lunes, 30 de julio de 2012

7347.- JESSICA ZOROGASTUA



JESSICA ZOROGASTUA
(Lima, Perú 1974). Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Lima. Magister en Política Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Realizó los cursos de doctorado en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid (España). Actualmente prepara su tesis doctoral. Colabora en diversas publicaciones culturales.
Libros publicados
Leyendas Apócrifas de Amor y Dolor. Premio de Poesía "Paúl Beckett" 2006. Fundación Valparaíso. España.
La Rebelión de los Delfines. La novela del 2000. Novela a varias manos impulsada por el diario digital El Mundo y la Editorial Espasa. Con la participación de renombrados escritores como Francisco Umbral y Carmen Rigalt.
Premios
Premio de Poesía "Paúl Beckett" 2006. Fundación Valparaíso. Almería. España.
Premio de Poesía 2011 "ALCAVARAN". Ayuntamiento de Arcos de la Frontera. Cádiz, España







PLAYA VACÍA DE VIENTO

Si pudiese ser viento
empujaría hasta la otra orilla esta mano que extiendo
imaginando que tú me esperas pensativo,
allá lejos en la otra orilla, en la tierra por descubrir de tu espalda
con tu deseo sereno en los bolsillos del pantalón
y tu mirada de saber absoluto.

Esparzo con gran esfuerzo esta mano inútil
que puede romper sin piedad el horizonte
y tan sólo pudo rozar la esquina más cortante de tu alma,
para vencer esta ancho océano y su furioso oleaje de ausencias.
Es inaudito cruzar un mar de tormentas sólo para suplicarte,
con los ojos ansiosos de un niño,
poder volver a colocar mi frente sobre la tuya
y sentir tu tibio aliento sobre mi cara.

Pero tú no estas al otro lado.
No hay nadie alargando la mano para rozar mis dedos imaginarios,
nadie que quiera todo este dormido y enardecido amor,
envuelto en el pañuelo del tiempo.
Entonces, todas estas fuerzas gastadas
en nadar contra la firme promesa de olvidarte
se desangran. Se revuelven iracundas.
No hay nada. Una playa vacía de viento. Una botella olvidada.
Ya sólo queda el deseo de romperte la boca
con un beso inacabable.

(Inédito)







CONFESIÓN TARDÍA

Sí, yo hubiera esperado cada mañana
para secar tus pies con mis cabellos,
esperar el llamado del agua hirviendo
sentir el olor del café pasado
de las hojas de higo
las aceitunas negras en botija,
de las frutas secas,
el crujir extraño del pan de maíz entre tus labios
ver tus ojos reflejados en la taza
tus dedos largos y fuertes
sobre el mantel blanco bordado de temores,
y vestirte como a un hijo
perdido e indefenso entre mis manos
pequeño e incierto
pero siempre bajo la sombra de mis manos,
y verte partir arrepentido de los amaneceres
de dejarme sentada en medio
de esta edificación abandonada y ruinosa
sola y desnuda
con el hueco a tu lado de la cama
ahogándome entre sus sábanas
aprisionada en una quimera impronunciada.

Sí, yo hubiera dejado todo
los libros empolvándose en un rincón de la casa
las fotos derruidas por el tiempo
los papeles perfumados
la agenda abarrotada de citas
los días eternos de estudiante
para esperar inerte en la ventana tu regreso
y comenzar todo de nuevo,
un juego sacramental preparado cada noche
ante el candelabro solitario de la mesa
la comida humeante de caliente
y el peso de tu mano sobre la mía
luego rendirme ante tu cuerpo
desvestirte con los dientes
arrancar los botones de tu camisa
con la furia de una luna desbordada
y quemar tu espalda con mis besos
acostumbrarme a la humedad de tu cuerpo
a tus olores
a tu saliva atrapada entre almohadas
y tocarte con cuidado
haciendo tangibles las caricias suaves y vehementes
a explorar las hendiduras de tu rostro
a besar tus dedos
tus pies
tus piernas
tu total humanidad reventada ante mis ojos.

Sí, yo hubiera renunciado a respirar otro aire
otro mundo fuera del tuyo
hubiera aprendido a vivir con tus manías
a llevar en mi vientre creciente
el sello de nuestra vida juntos
a convivir con los días matizados
por la rutina cotidiana
a envejecer a tu lado
amándote con calma y con paciencia
a existir sumergidos entre nosotros mismos
aprendiendo a reír con los parajes desiertos
a reconocer el ruido de tus pasos lejanos
y tu sonrisa colgada en mis macetas.

Sí, yo hubiera hecho más de lo que
mis propias fuerzas dieran
tan sólo si tú me lo hubieras pedido.

(del libro Leyendas apócrifas de amor y dolor)







MIEDO A CERRAR LOS OJOS

Tengo miedo de cerrar los ojos
y encontrarte
miedo a ser devorada por esos débiles fantasmas 
que se quedan prendidos en el techo como frágiles huellas
y crecen inalterablemente con los segundos,
mientras los dedos recorren lentamente
esa indescifrable inmortalidad de las fotografías
como si al menor roce los momentos cobraran existencia
y nos llevaran en un haz de luz al pasado
dejándonos abandonados
como náufragos ciegos y sin memoria
en un mar enfurecido de recuerdos,
en ese momento crucial como la muerte
brotan imágenes de esa entrañable relación
desde las zonas más profundas
y cerradas de la memoria
en ese último consuelo cualquier indicio es bueno
cuando la mirada hacia atrás
se pierde en el interminable túnel de la añoranza
donde los espíritus se presentan inaccesibles
en un fulgor de pasiones imaginarias
no sé entonces
si los míos son tiempo de vigilia o de sueños
jugadas crueles de los sentidos
o senderos bifurcados en cientos de direcciones
cercanos a la locura
no sé si es tu sombra la que se dibuja tras de mí
la que se disgrega en mil pedazos
lejos del umbral que nos separa
solo sé que el miedo se acrecienta
frente a este vacío
y tu presencia es el acertijo
que profana el amanecer donde me hallo desolada
como una conquistadora de lo inútil
una sobreviviente tratando de develar este miedo
este asfixiaste miedo
a cerrar
los ojos.

(del libro Leyendas apócrifas de amor y dolor)

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