martes, 17 de julio de 2012

7270.- DEAN SIMPSON




© Dean Simpson




Dean Simpson (Boston, EEUU)

Profesor, poeta, critico literario, consultor, tiene títulos de Bard College. Middlebury College y Harvard University. 

Su tesis doctoral es sobre los libros de caballerías. 

Imparte clases de lengua y literatura hispánica en varias universidades en la zona, y trabaja de consultor educacional.

Ha dirigido talleres de poesía y publicado poemas y artículos en varias revistas literarias.

CATARATAS (Wastelend Press, 2009), en inglės y español, es su primer poemario.
El segundo, CAETERA DESUNT, es todavía inédito.



El altar de la carne y otros poemas


El altar de la carne

Sufro de la entropía.
No me veo viejo, pero así me ven,
en los cafés, los bares, sonámbulo voy,
calladamente contemplando
cómo el momento me escapa,
buscando alguna conexión, alguna manera
para disminuir la velocidad,
pero la degradación de mi materia, mis energías,
una constancia es.
‘Socorro’, diría, ‘ayúdame’,
pero, ¿para qué?
Todo ser suplica con igual ansia;
algunos, nacidos en el cementerio de sus esperanzas,
andan vestidos de luto para su propio fin;
otros, muertos en la cuna de la angustia,
andan desnudos de vida desde el comienzo.
Todos, envejeciendo sin aparente razón,
sin control,
poniendo todo pensamiento
en el ejercicio de la preservación,
entrenando a sus monstruos a no sufrir,
viven pataleando en la inercia,
buscando movimientos contrarios, sugestiones,
eternidades, piezas de algo superior,
lociones para suavizar las grietas.
Pero en algún momento dado
dejamos de buscar orden
y vemos el diseño del caos,
y nos sentimos más tranquilos,
y poco a poco, serenamente,
nos hacemos parte
de lo que antes temimos.





Espadas de vidrio

Sentado en el muelle,
solitaria pena,
mirando las gaviotas en el cielo nublado
pienso,
“Tengo suficientes nudos en la garganta
como para amarrar todos los barcos en el puerto.”
Luego, paseando por la plaza,
imprecisa tragedia,
viendo a las monjas pasar
con sus rosarios y miradas templadas
pienso,
“Tengo tan poca fe en mi prójimo
como para culpar a todas las beatas del recinto.”
Y de noche, crepúsculo morado,
serena tristeza,
a solas en las playas de arena mojada y fría,
pienso,
“Tengo suficiente duda en el alma
como para envenenar todos los mares de una sola gota.”
Y a la medianoche, en oscuros rincones,
peso incomprensible,
errando por las calles del vecindario
pienso,
“Tengo suficiente carencia de lo que quiero
como para desbordar el vaso del no tener.”
Por fin dormido, piezas de escape,
fragmentadas ganancias,
sentado en la vidriera rota de mis escaparates
pienso,
“Tengo suficiente aquí para hacerme un calidoscopio
para ver si salen las cosas de otra manera.”






En la ruina de mi rutina

En la rutina de mi ruina,
o vice versa, quién sabe,
establezco el horario de mi penuria
con la mejor sonrisa que tengo.
Al levantarme me oriento desorientándome,
diciendo aquí no estoy,
y paso el día buscándome.
Me cepillo los hilos de mis pensamientos
a ver si los puedo desenmarañar,
pero siempre acabo tirando
una bola de reflexiones a la basura.
Paso un rato contemplando
la ergonomía de mi estómago
intentando decidir si su forma es algo que yo defino,
o que me define a mí.
Luego juego a la lotería de la inmortalidad,
varias veces al día,
cada vez más convencido
de que los ganadores se inventan los números.
Necesito una hora para arrugarme
y nombrar los achaques,
otra para cincelar la postura de mi sonrisa profesional
para que cuando paso a la calle
no me convierta en un imán para la desdicha.
Paro en el café para un café color café
pero a pesar de la certeza de la anáfora
todavía logro precisar poco.
Parado en el semáforo bostezo,
mirando por el parabrisas
y un pájaro defeca en el vidrio,
sofocando brevemente mi alergia al tiempo.
En la calle miro a la gente mirándome mirándole
y me pregunto
si sus pensamientos se zambullen
en las aguas que reflejan su hubris
o si sólo patinan en la superficie
de su propio reflejo.
Cuento los años y los segundos
con la anestesia de mi abandono
y contemplo las dicotomías
con equilibrado frenesí.
Somos pantalones, mocos, carteras vacías,
que pasean, que eructan,
lidiando con los fantasmas que legitimamos,
y voy yo con ellos, contigo,
buscando algo especial, un milagro quizás
amparándome con la rutina, de la ruina, o vice versa.
Y así es como paso la mayoría de mi día.







Tout passe, tout lasse, tout casse

Estoy bien, sabio amigo, estoy bien.
Ya me dijiste que seria así, pero no te creí,
pero tienes razón,
sonrío no porque quiera
sino porque creo que es la mejor solución.
También me dijiste
que todo se volvería triste,
que el peso superaría a mis esfuerzos
y que lo mejor que podría hacer era sonreír,
dejarme inundar por el sentir sereno
y ser uno que contempla las cosas pasar.
Por la ventana del despacho miro las hojas caerse.
Recuerdo los colores del año pasado, y el anterior
y ya me veo aquí el que viene, y quien sabe cuantos años más.
Se me acorta la vida porque mi perspectiva se alarga.
Antes, en la potencia de mi ignorancia,
andaba a dentadas por los vastos pasillos
del supermercado de la vida
sin entender que tarde o temprano había que pagar.
Ahora, mayor ya,
hago cola con mi plata de hojalata en estos tiempos de escasez
y me pregunto
si también tenias razón cuando me dijiste
que esta sapiencia que acompaña la madurez
realmente es mejor que lo de antes.
Pero lo que no me dijiste,
lo que ahora entiendo mas que nada
es que no hay otra alternativa.






POR UNA IDEA

En el despacho a solas
con el sol matinal filtrándose por las ventanas,
miro estas estanterías.
Los libros, llenos de muerte y amor,
desprovistos de movimiento,
me aguardan, polvorientos.
Son las cicatrices de escritores ya enterrados,
sus suspiros quedan impresos,
pensamientos forjados por un impulso explícito,
ahora indelebles;
escritores que se lamían el espejo
con el negro optimismo de empañar su perfil
si se acercaban demasiado cerca;
escritores recelosos del adjetivo,
que hinchaban el sustantivo de hormonas
para amortiguar la caída de los adverbios ebrios;
escritores de venas ardientes,
de suma maquinaria arterial,
de portentoso afán a la elegía cotidiana;
escritores que vivían echando chispas,
repujando tanta fricción, incluso a la deriva
que murieron humeando y con los huesos calientes.
Escritores que incluso muertos
se han entrelazado con las raíces de los árboles
cuyas ramas se han extendido a estas estanterías
para vivir más allá de su último suspiro.




ENTRE PREPOSICIONES

A veces me llega cuando menos lo espero
ANTE mis ambiciones se pone, como una muralla infranqueable
BAJO su sombra me quedo, envuelto en la oscuridad
CON su capacidad plenipotente de ofuscarme el paso
CONTRA toda desdicha imprevista
DE despistarme, de hacer trizas mi horario establecido.
DESDE mi cama matinal voy tramando un plan
DURANTE las primeras luces del día, pero más tarde
EN un momento dado, aleatoriamente
ENTRE arruga y suspiro, llega, y me lo arrasa todo
EXCEPTO cuando todo ya ha sido desmantelado por otra pena
HACIA dentro, por fuera, en otros espacios, entremedio
HASTA que digo, basta ya, y pongo un pie en tierra
MEDIANTE el asco que siento viviendo entre mareos, entre escombros.
PARA no tener que escuchar la desesperación callada me levanto
POR amor propio, por los que extienden sus platos hacia mí
SALVO los momentos cuando me es extremadamente difícil el peso
SEGÚN los soles que se ponen, según la noche, pero en un momento dado
SIN saberlo, sin saber de dónde me entran las ganas
SOBRE el suelo pongo el otro pie, y me levanto despacio
TRAS tanto tiempo deliberando, pensando en la luz, en la oscuridad.






Across The Río Grande

Los sabios dicen que hay que hacer todo con templanza,
que la longevidad reside
en el sosiego y la meditación,
y que actuar precipitadamente
desequilibra la energía individual.
Estos sabios, claro,
están bien entrados en años,
y no pienso
que puedan coquetear con las chicas,
agarrarse una cogorza
y levantarse al día siguiente hechos una flor.
La experiencia otorga
ciertas facultades de raciocinio
que los jóvenes no conocen
o igual prefieren no reconocer.
Cuanto más mayor
más veloz pasa el tiempo
porque menos se hace,
y cuanto más joven
más despacio pasa todo
porque más se hace.
El tiempo absoluto es un fantasma,
y solo los eventos individuales lo miden.
No sé qué es más falaz,
el que dice a los demás
que no hagan ciertas cosas
porque él mismo no puede
o el que las hace simplemente porque puede,
para contrariar y fardar.

Todos olvidamos
lo que es ser niño.

Hay que reconocer que,
desde nuestras sillas
y apoyados en nuestras muletas,
regañamos a los que corren
y a los que lo pasan bien
porque nos gustaría,
aunque fuese por un día,
ser como ellos.
Hay que reconocer que 
ni por un día
les gustaría a ellos
ser como nosotros.










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