lunes, 18 de junio de 2012

7043.- JUAN CAPRILES

JUAN CAPRILES RIVAS
(Cochabamba, Bolivia, 1890 – La Paz, Bolivia, 1953).- Poeta.
Hizo estudios de Ingeniería en Lieja, Bélgica (1911), interrumpido por el inicio de la 1ra. Guerra Mundial. Luego de cursar algunos niveles de Derecho, finalmente ingresó al magisterio (1920) para desempeñarse como profesor de literatura.
Carlos Medinaceli decía en 1955: "En Capriles no se ha dado la anomalía, tan frecuente entre nosotros, de que el hombre contradiga la obra: él ha puesto toda su vida en su arte. Lo que es su arte, lo es en su vida: Poeta".
En 1991, evaluando el aporte del autor, Carlos Coello anotó: "El hecho de que hubiera producido un solo libro acogido por la crítica, demuestra que a un escritor verdadero no se lo calibra tanto por la cantidad como por la calidad de su obra. Capriles fue poeta también en su vida cotidiana, porque vivió según las exigencias de la bohemia de su tiempo".
Sus versos tienen la señal de un dolor permanente, algunos fragmentos son: "Mi corazón es una rosa reventada"; otro expresaba: "Abran esa ventana. Quiero el aire de mis montañas y la luz de mis estrellas"; finalmente un verso más largo: "Yo no digo a la vida: / -tú eres la fementida-, / no le digo a la honda: / -eres pérfida onda. / Sólo digo a la muerte: / -Tú eres la prometida / y en tu seno se esconda / el alma dolorida".

LIBRO
Poesía: Evento (1936).











Alas y cumbres


En amplio azul de soledosas cumbres,
donde toda tensión es cristalina
de la nevada cordillera andina
–límpidas luces, rápidas vislumbres–.


Se alza el vuelo del cóndor entre lumbres
al sol que nace en brisa matutina
y se cierne despacio en la neblina
o se lanza velos entre relumbres.


Símbolo alado, el ímpetu refrena
en la región de los silencios grandes
con majestad hierática y serena.


Y cuando el astro cenital fulgura
se eleva por encima de los Andes
para crecer su sombra con la altura.












Son las sirenas, sirtes mitad aves;
quienquiera que tú seas las conoces.
Se tornan altaneras y feroces
después de modular cantos suaves


Al ver que nunca viran esas naves,
que van con sus velámenes, veloces
Has de escuchar mejor las hondas voces
de las sirenas lúgubres y graves


Si llegas a sus playas… entre rocas
te ofrecerán las mieles de sus bocas.
Es tiempo; y pon tu barca a la deriva,


porque sus garras abrirán tu pecho;
y ellas querrán en vano que reviva
tu callado corazón deshecho














Las naves que mirasteis partir hacia el oriente
seguidas por las blancas gaviotas marineras
han tornado de gala y con albas banderas
Anclaron en las playas de un puerto sonriente
Alejad la tristeza que anubla vuestra frente
y llenad vuestros cantos con amables quimeras;
las alas de las blancas palomas mensajeras,
de su sueño despierten a la Bella Durmiente.


Yo he de seguir, hermanos, ese buque fantasma
que su trágica sombra entre la bruma plasma
y da al abismo el ronco vibrar de su sirena;
o entre Scila y Caribdis, en la mar tormentosa,
escucharé, doliente, un canto de Sirena
o del viejo vigía la angustia que solloza.



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