lunes, 4 de junio de 2012

6963.- SALVADOR DÍAZ MIRÓN

Salvador Díaz Mirón
Salvador Díaz Mirón - cuyo nombre de bautizo fue Salvador Antonio Edmundo Espiridión y Francisco de Paula Díaz Ibáñez (Puerto de Veracruz, Ver., 14 de diciembre de 1853 - id., 12 de junio de 1928), fue un poeta mexicano precursor del modernismo. Trabajó como periodista y profesor. Como político fue diputado de oposición en la época de Porfirio Díaz.
Hijo del periodista y político que fuera gobernador de su estado, Manuel Díaz Mirón, siguió los pasos de su progenitor, pero con fuerte inclinación hacia las letras, su madre fue Eufemia Ibáñez. Fue precursor del Modernismo, su obra poética se divide en tres etapas: la primera de 1874 a 1892; la segunda de 1892 a 1901; y la tercera de 1902 a 1928.
Realizó sus estudios de forma irregular en Xalapa. En 1865 entró al seminario donde estuvo más de un año. Volvió a Veracruz y a los 14 años se inició en el oficio de periodista. En 1872 su padre lo envió a Estados Unidos de América para alejarlo de sus malas amistades. Cuando volvió ya hablaba inglés, francés y tenía nociones de latín y de griego.
En 1874 empezó a interesarse en la poesía. Años después, en 1876, cuando escribía el periódico "El Pueblo", se autoexilió a Estados Unidos por razones políticas. A su regreso, colaboró para diversas publicaciones y dirigió El Veracruzano, que era propiedad de su padre, El Diario y El Orden.
José Antonio Rojas, su gran amigo, lo impulsó a que también se hiciera de carrera política. En 1878 fue diputado en la legislatura del estado, con sede en Orizaba. Temperamental y sumamente violento, aficionado a las armas y la cacería, admirador de los duelos para lavar el honor, a los veinticinco años, en una balacera, sufrió una herida en la clavícula que le inutilizó el brazo izquierdo.1
Se casó con Genoveva Acea Remond en 1881. En mayo de 1883 fue a prisión por matar a un tendero, pero alegó legítima defensa y fue absuelto, fue encarcelado por segunda vez, por atentar contra la vida de un diputado.2 Fue elegido diputado para el Congreso de la Unión en 1884.
[editar]Primera etapa poética
Se enmarca en la corriente del Romanticismo, y a ella corresponden obras como Oda a Víctor Hugo, A Gloria, Voces interiores, Ojos verdes y Redemptio, entre otras; esta etapa está marcada por el doble influjo de Gaspar Núñez de Arce y Víctor Hugo. Famosa es su frase del poema A Gloria «Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan... ¡mi plumaje es de esos!». En 1874 fueron incluidas algunas de sus piezas literarias en la antología titulada El Parnaso Mexicano.
En 1892 mata a otro hombre y pasa cuatro años en la cárcel. Regresó a Xalapa, donde pasó uno de sus periodos más tranquilos y fecundos. En 1900 volvió a la Cámara de Diputados. En 1901 publicó Lascas2 y donó sus quince mil pesos de regalías para equipar la Biblioteca del Colegio Preparatorio de Xalapa.
[editar]Segunda etapa poética
Publicó en Estados Unidos (1895) y en París (1900) su libro Poesías. Un año después, en Xalapa, publica Lascas, obra considerada su principal libro, que contenía un total de 40 poesías inéditas. En esta etapa evoluciona hacia la concisión y la sutlileza de concepto. Destacan en este periodo El fantasma, Paquito, Nox, A Tirsa, A una araucaria, Claudia e Idilio, entre otras.
Fue elegido miembro correspondiente de la Academia Mexicana. En 1910 volvió a prisión cinco meses por intentar asesinar al diputado Juan Chapital. Obtuvo su libertad al triunfar la Revolución contra Porfirio Díaz. Fue Director del diario El Imparcial, primer periódico moderno de México. Enemistado con Francisco I. Madero, regresó a Xalapa donde fue director del Colegio Preparatorio.1 Llegado el momento, apoyó al gobierno de Victoriano Huerta y el golpe de estado que le llevó al poder organizado desde la embajada de EEUU.
El poeta murió el 12 de junio de 1928, en el puerto. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres de la ciudad de México. En 1941 se publicaron sus Poesías completas.

Obra

El Parnaso Mexicano (1886)
Poesías (Nueva York, 1895)
Poesías (París, 1900)
Lascas (Xalapa, 1901 con varias reediciones)
Poemas (1918)
Poesías Completas (UNAM, con notas de Antonio Castro Leal, 1941)
Antología poética (UNAM 1953)
Prosas (1954)





A Berta

Ya que eres grata como el cariño
Ya que eres bella como el querub,
Ya que eres blanca como el armiño,
¡Sé siempre ingenua, sé siempre tú!

El torpe engaño que el vicio fragua
Nunca se aviene con la virtud.
¡Sé transparente como es el agua,
Como es el aire, como es la luz.

Que tu palabra -dulce armonía
Que tu alma exhala como un laúd,
Como una alondra que anuncia el día
Presa en la sombra que flota aún-

Sea un arroyo sereno y puro
Do al inclinarme como un saúz
Mire las guijas del fondo oscuro
Y las estrellas del cielo azul.






A Blanca

¡Tu belleza mirífica no asoma
Y en éxtasis escucho tu voz clara,
Que llega del jardín cual un aroma,
Pero cual un aroma que cantara!

¡Endulzas con tu acento un mar de acíbar
Y en éxtasis escucho tu voz clara,
Que viene de un amor, cual un almíbar,
Pero cual un almíbar que cantara!






A ella

Semejas esculpida en el más fino
Hielo de cumbre sonrojado al beso
Del sol, y tienes ánimo travieso,
Y eres embriagadora como el vino.

Y mientras: no imitaste al peregrino
Que cruza un monte de penoso acceso,
Y párase a escuchar con embeleso
Un pájaro que canta en el camino.

Obrando tú como rapaz avieso,
Correspondiste con la trampa del trino,
Por ver mi pluma y torturarme preso.

No así al viandante que se vuelve a un pino
Y párase a escuchar con embeleso
Un pájaro que canta en el camino.







A Gloria

No intentes convencerme de torpeza
Con los delirios de tu mente loca:
Mi razón es al par luz y firmeza,
Firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
Mi esperanza inmortal no mira el suelo;
No viendo más que sombra en el camino,
Sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
Tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
Es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
Y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
Oruga enamorada de una chispa
O águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
Exageres el lance en que me enredo:
Yo soy altivo, y el que alienta orgullo
Lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
Desprecio los peligros que señalas.
"El ave canta aunque la rama cruja,
Como que sabe lo que son sus alas".

Erguido bajo el golpe en la porfía,
Me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
Quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
Es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
La virtud, esa trágica, descuella;
Es la sibila de palabra de oro,
La sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Astro encendido
Será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
Y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
Han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
Y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
Crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
Vivo, se hunde; pero muerto, ¡flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;
Y al lirio de la margen: ¡embalsama!

¡Confórmate, mujer! Hemos venido
A este valle de lágrimas que abate,
Tú, como la paloma, para el nido,
Y yo, como el león, para el combate.







A M.

¿Detenerme? ¿Cejar? ¡Vana congoja!
La cabeza no manda al corazón.
Prohíbe al aquilón que alce la hoja,
No a la hoja que ceda al aquilón.

¡Cuando el torrente por los campos halla
De pronto un dique que le dice: "atrás",
Podrá saltar o desquiciar la valla
Pero pararse o recular... jamás!

¿Por qué te adoro y a tus pies me arrastro?
¿Por qué se obstinan en volverse así
La aguja al norte, el heliotropo al astro,
La llama al cielo y mi esperanza a ti?








A Margarita

¡Qué radiosa es tu faz blanca y tranquila
Bajo el dosel de tu melena blonda!
¡Qué abismo tan profundo tu pupila,
Pérfida y azulada como la onda!

El fulgor soñoliento que destella
En tus ojos donde hay siempre un reproche,
Viene cual la mirada de la estrella,
De un cielo ennegrecido por la noche.

¡Tu rojo labio en que la abeja sacia
Su sed de miel, de aroma y embeleso,
Ha sido modelada por la gracia
Más para la oración que para el beso!

¡Tu voz que ora es aguda y ora grave,
Llena de gratitud suena en mi oído
Como el saludo arrullador del ave
Al sol naciente que despierta el nido!

¡La palabra mordaz y libertina,
En tu boca, que el ósculo consume,
Es una flor de punzadora espina,
Pero que tiene un mágico perfume!

¡Tu discurso es amargo, licencioso
Y repugnante, pero extraño ejemplo-
Yu acento es dulce, arrobador y uncioso,
Como el canto del órgano en el templo!

¡Tu lenguaje, a cuyo eco me emociono,
Lastima al mismo tiempo que recrea:
Es el salmo de un ángel por el tono
Y el alma de un demonio por la idea!

¡Tu mano esconde un cetro: el albo lirio,
Y fue tallada con primor no escaso
Más para la limosna y para el cirio
Que para la caricia y para el vaso!

¡Tu cuerpo...! ¡Qué a menudo la locura
Rasgó ante mí tus hábitos discretos,
Y tu estatuaria y lúbrica hermosura
Me reveló sus íntimos secretos!

¡Cuántas veces a la hora del tocado
Penetré hasta tu estancia encantadora!
Y en un tibio misterio plateado
Por una claridad como de aurora,

Te hallé al salir del agua derramando
Un rocío de líquidos cambiantes
-Escultura de nieve, comenzando
A deshelarse y a verter diamantes-.

Y vi a la sierva que te adorna y peina
Ajustar con destreza cuidadosa
Tu magnífica túnica de reina
A tu soberbia desnudez de diosa.

¿Qué miseria o qué afán o qué flaqueza
Te arrojó del Edén, Eva proscrita?
¿Qué Fausto asió tu virginal belleza
Y la acostó en el fango, Margarita?

¡Inexplicable suerte, buena y mala,
La que a ti me llevó y a mí te trajo!
¡Nuestro insensato amor es una escala
Y por ella tú asciendes y yo bajo!

¡Oculta y sola, mi pasión huraña
Crece en mi corazón herido y yerto;
Oculta, como el cáncer en la entraña;
Sola, como la palma en el desierto!






A Piedad

Llegas a mí con garbo presumido,
Tierna y gentil. ¡Cuán vario es el orgullo!
Ostenta en el león crin y rugido,
Y en la paloma tornasol y arrullo.

Brillas y triunfas, y a carnal deseo
Cierras la veste con seguro alarde,
Y en el fulgor de tu mirada veo
Sonreír al lucero de la tarde.

Hay minutos de gracia, que suspenden
El dolor con alivio soberano,
Que de la paz divina se desprenden
Para cruzar el infortunio humano.

Virtud celeste a la miseria mía
Viene contigo, y en el antro asoma
Y entra y cunde como una melodía,
Como una claridad, como un aroma.

Al triste impartes, como buena maga,
Tregua feliz, y en dulce desconcierto,
Bendigo por el bálsamo la llaga
Y amo por el oasis el desierto.

Y me vuelvo a mi cítara y la enfloro
Y la pulso, y el son que arranco a ella
Se va, tinto en la púrpura y el oro
Del puesto sol, a la primera estrella.





Al separarnos

Nuestras dos almas se han confundido
En la existencia de un ser común,
Como dos notas en un sonido,
Como dos llamas en una luz.

Fueron esencias que alzó un exceso,
Que alzó un exceso de juventud,
Y se mezclaron, al darse un beso,
En una estrella del cielo azul.

Y hoy que nos hiere la suerte impía,
Nos preguntamos con inquietud:
¿Cuál es la tuya?, ¿cuál es la mía?
Y yo no acierto ni aciertas tú.




Cintas de sol

I
La joven madre perdió a su hijo,
Se ha vuelto loca y está en su lecho.
Eleva un brazo, descubre un pecho,
Suma las líneas de un enredijo.

El dedo en alto y el ojo fijo,
Cuenta las curvas que ornan el techo
Y muestra un rubro pezón, derecho
Como en espasmo y ardor de rijo.

En la vidriera, cortina rala,
Tensa y purpúrea cierne curiosa
Lumbre, que tiñe su tenue gala.

¡Y roja lengua cae y se posa,
Y con delicia treme y resbala
En el erecto botón de rosa!

II
Cerca, el marido forma concierto:
¡Ofrece el torpe fulgor del día
Desesperada melancolía;
Y en la cintura prueba el desierto!

¡Ah! Los olivos del sacro huerto
Guardan congoja ligera y pía.
El hombre sufre doble agonía:
¡La esposa insana y el niño muerto!

Y no concibe suerte más dura,
Y con el puño crispado azota
La sien, y plañe su desventura.

¡Llora en un lampo la dicha rota;
Y el rayo juega con la tortura
Y enciende un iris en cada gota!

III
Así la lira. ¿Qué grave duelo
Rima el sollozo y enjoya el luto,
Y a la insolencia paga tributo
Y en la jactancia procura vuelo?

¿Qué mano digna recama el velo
Y la ponzoña del triste fruto,
Y al egoísmo del verso bruto
Inmola el alma que mira al cielo?

¡La poesía canta la historia;
Y pone fértil en pompa espuria;
A mal de infierno burla de gloria!

¡Es implacable como una furia,
Y pegadiza como una escoria,
E irreverente como una injuria!






Cleopatra

La vi tendida de espaldas
Entre púrpura revuelta.
Estaba toda desnuda,
Aspirando humo de esencias
En largo tubo, escarchado
De diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano
Apoyada la cabeza;
Y como un ojo de tigre,
Un ópalo daba en ella
Vislumbres de fuego y sangre
El oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro
Y los dos como azucenas;
Y cerca de los tobillos
Argollas de finas piedras,
Y en el vientre un denso triángulo
De rizada y rubia seda.

En un brazo se torcía
Como cinta de centellas,
Un áspid de filigrana
Salpicado de turquesas,
Con dos carbunclos por ojos
Y un dardo de oro en la lengua.

A menudo suspiraba;
Y sus altos pechos eran
Cual blanca leche, cuajada
Dentro de dos copas griegas,
Y en alabastro vertida,
Sólida ya, pero aún trémula.

¡Oh! Yo hubiera dado entonces
Todos mis lauros de Atenas,
Por entrar en esa alcoba
Coronado de violetas,
Dejando ante los eunucos
Mis coturnos a la puerta.






¡Con qué dolor, y válgame ser franco!

¡Con qué dolor, y válgame ser franco!
Trazo los versos que a mi lado impetras!
Esta cuartilla de papel en blanco
Me parece una lápida sin letras.

Tristísimo recuerdo me acongoja
Y pienso, visionario como un zafio,
Que escribo, no una endecha en una hoja,
Sino sobre un sepulcro un epitafio.

No extrañes, no, que mi razón sucumba
A esta ilusión que envuelve algo de cierto
Porque, ay, tu corazón es una tumba
Desde el instante en que tu amor fue un muerto.

¡Tu amor! Ve el mío que cual ámbar de oro
Paréceme que nunca se consume,
Que ni siquiera sufre deterioro
Aunque despida sin cesar perfume.

Mas, ¿a dónde me lleva mi extravío?
Perdona a mi amargura ese reproche.
Por ti puedo decir como el judío:
¡Un ángel ha pasado por mi noche!

Por ti en el molde general no cupe;
Quise ovaciones, codicié oropeles
Y en la tribuna y con la lira supe
Ganar aplausos y obtener laureles.

Después... ¡mi gloria huyó con mi ventura
Y, como nube tenebrosa, el duelo
Ha cerrado en mi alma la abertura
Que daba grande y esplendente al cielo!

Adiós. Dejo a tus plantas un gemido
Y retorno a la sombra más espesa
Pues vuelvo a la que reina en el olvido,
Y no hay otra tan negra como ésa.







Confidencias

Una flor por el suelo,
Un cielo de hojas empapado en lloro
Y encima de ese cielo, el otro cielo
Lleno de luna y de brillantes y oro...
Un arroyo que el aura acariciaba;
Un banco... sobre el banco
Así, como quien flota, se sentaba;
Y vestida de blanco,
Bella como un arcángel, me esperaba.
Aún flotan en mis noches de desvelo
Con la luz de una luna como aquélla,
El verde y el azul de cielo y cielo,
Y aura y arroyo y flor y banco y ella.

¿No te acuerdas, mujer, cuántos delirios
Yo me forjaba, junto a ti de hinojos,
Al resplandor de los celestes cirios,
Al resplandor de tus celestes ojos?
¿Te acuerdas, alma mía?
¡Entonces inocente
Me jurabas amor y yo podía
Besar tu corazón sobre tu frente!

¡Ayer, unos tras otros,
Mil delirios así pude fingirme;
Hoy no puede haber nada entre nosotros,
Hoy tú vas a casarte... y yo a morirme!
¡Y tanto sol y porvenir dorado,
Tanto cielo soñado,
En una inmensa noche se derrumba!
¡Hoy me dijiste tú: no hay esperanza;
Hoy te digo: en paz goza; y, en mi tumba,
Mañana me dirás: en paz descansa!








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