sábado, 24 de marzo de 2012

6329.- MARCO ANTONIO MADRID




Marco Antonio Madrid. San Nicolás, Santa Bárbara, Honduras. 1968.
Licenciado en Letras con especialidad en literatura, egresado por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Se ha desempeñado como profesor de filosofía y letras en distintas universidades del país. También se ha desempeñado impartiendo talleres de literatura especialmente en sectores con riesgo social. Sin embargo, su labor docente la ha desarrollado principalmente en el departamento de letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el valle de sula (UNAH-VS).
Ha publicado su poesía en periódicos y revistas literarias del país. Además, su trabajo poético ha sido referenciado en antologías centroamericanas e hispanoamericanas.

Libros Publicados:
La Blanca Hierba de La Noche. (Poesía)
La Secreta Voz de las Aguas. (Poesía)
Poemas de las Tierras Altas. (Poesía)





JUNTO AL ÚLTIMO SOL


Hundo mis manos en la última luz de la tarde.
Busco en ella quizá tan sólo
el fervor de un recuerdo.
El fruto que nos llama desde el fondo de las aguas.
La huella feliz que espera a lo lejos
el retorno de mi planta.
La luna colgada en los naranjos.
La soledad de aquellos patios.


Hundo mis manos en la última luz de la tarde.
¡Y todo está aquí!
Felizmente impalpable.
Como el fuego que yace en la memoria.
Como el vuelo reposado de las aguas.
Como el tiempo que me sueña
junto a la palabra que desciende
y me nombra.










LA POESÍA


Atada
Adherida
Con o sin derecho
Con o sin memoria
A mi lecho
A mi sueño
A mi carne
A mi sangre
A mis huesos
A mi todo.
LA POESÍA








De: La blanca hierba de la noche






REMANSO


El hombre pasa.


Su palabra queda templando
un instante sobre el agua,
un instante,
después es una lágrima.


Un instante nada más,
un instante sobre el agua.


El hombre pasa.


El sol es alto en sus pupilas
y el viento robusto
en su mirada.


¿No escuchas el incesante batir
de unas olas en su sangre?
¿El canto transitorio de las aves
surcando la memoria?
¿El reproche de unas huellas,
el antiguo rencor de sus pisadas?


El hombre pasa.


El sol se apaga
dejando un remanso de sombras
en sus labios,
y no hay sueños,
ni mundos que pueda redimir,
ni credos que lo salven.


Tan sólo hay una herida
que sangra en su costado,
y sus palabras,
lágrimas disueltas sobre el agua.






Heráclito


Inútil fue ese río
donde una misma agua
no mojó dos veces tus talones.
¿No escuchaste el rumor del viaje
entre la arena?
El tiempo es un acero
que se abre paso entre las rocas.
Pero otra es el agua, viejo Heráclito,
donde fue una con el polvo
vuestra sangre.








La noche, el mar


Cierra tus ojos… Ahora ves la débil luz
junto al muro aquel
donde un día creció la buganvilla,
y no sabes si es el ahora el que yace
sobre el duro cimiento o es otra la tarde
que obstinada se aferra al recuerdo.


Afuera el tiempo trae cenizas,
hondos caminos, aves que emigran
hacia un cielo distinto.
Afuera el san juan y su lluvia amarilla
de pétalos recorre la tierra.
Los ríos de voz tempestuosa y el viento
que cruje entre los juncos del delta.


Afuera la noche y el mar, la barca
en las aguas como una voz rasgando
el silencio, leve como un susurro,
leve como un lamento.
La noche y el mar, la barca
en las aguas como una voz rasgando
el silencio, leve como un susurro,
leve como un lamento.
La noche y el mar, en lo alto las estrellas
como el reflejo de otro mar en su recuerdo.


Dónde está la barca de Ulises, el herido ojo del
cíclope, el oro de la verde Ítaca sepultado en la
urna de agua y ceniza.
Abres los ojos… Por tu barca pasa la noche,
el tiempo.








Agua de mar


Cuando tú llegaste ya estaba la colina
y el verano se ocultaba entre las hojas.
Tus ojos tan sólo contemplaron la feliz
extensión del heliotropo bajo la sombra
fiel de aquellos árboles.
Era abril y la luz de un nuevo sol
colgaba lacia entre las horas…
Pero qué viento fue ese, qué agua de mar
sosegada en los labios.
Dicen adiós y los remos crepitan,
dices adiós y los remos crepitan,
dices adiós y los remos se hunden
en el torbellino azul de las aguas.
Después los caminos, las espina
en la sangre, los días de incontables
arenas, las lluvias y la huella de un hombre
sobre el limo del tiempo, las noches
aciagas, al sombra escarpada y el labio
silente, la carne que crece con la eterna
soledad de lo humano.
Hoy recuerdas un rostro como una imagen
reflejada en las ondas, el niño de donde
escapó dejando un sol en sus manos,
y manchado por la última memoria
de la infancia, lejos como las balsas
bajo la quieta mansedumbre de las aguas,
recuerdas esa hoguera donde la voz
evoca del triste fuego
la dulce arcilla de lo amado.








Más allá de las furias


En vano será el afán de buscar otros nombres. De una vez para siempre
es Orfeo quien canta. Viene y se va. (Rainer María Rilke)


Habrás llegado tú, tierna Eurídice,
limpia ya de toda sombra.
Habrás llegado a palpar las llagas del vencido.
En las frías alamedas, mi cabeza
es tan sólo la lejana contemplación de algún astro.
Me defiendo de la noche
tratando de esquivar la marea de esas hojas
que el viento arrastra hasta mis ojos;
el agua estallando en la osamenta del mundo
es tan frágil en mis huesos.
La lluvia cae, y mi mano
roza la piel de algún camino.
Nada soy entre infectadas amapolas,
sobre esta corriente humana
que se hunde en el tedio de la urbe.
Entre el asfalto y la vendimia,
sobre la crueldad del frío mármol,
no escucharé el dulce canto de la lira.


El fuego lunar de las Ménades ha gastado estos muros,
devastado los imperios.
Muero y sueño junto al rumor espeso de los siglos.
Muero en el sueño de esa boca núbil
que ardorosa remonta la corriente
y me llama y me sueña.


El amor une en ti mis pedazos, tierna Eurídice,
limpian ya de toda sombra.






De: La secreta voz de las aguas






Desdémona


A Juan Ramón Molina


No despiertes, Desdémona.
Deja el amor volver a sus orígenes
como el vuelo pequeño de las aves o como la brisa
de una llama inexpugnable.
No despiertes, aquí tan sólo hay arenas.
Arenas para el tálamo insufrible, arenas para el reino,
arenas insaciables. Sí, sólo arenas tan vastas como el mar.










Tierra yerta


Nada encontrarás en este pecho.
Nada sino el picotazo atroz
con que la tierra sepulta una leve sombra.
El polvo homicida de viejas estaciones.
La infame huella que los siglos dejan
sin una lágrima.
¿Qué canto amanecerá atestando mis labios despiadados?
¿Qué viento encenderá la higuera
/redimiendo mis cenizas?
Mas algo de mí habrá en ti, algo de mi voz habrá
/en tu voz.
Frágil,
tenue,
una sílaba nos nombra
junto a ese mar que vomita soledades.










Daguerrotipo para un recuerdo


Diciembre es un río que viene de lejos,
/no sé de qué alegría,
no sé de qué color.
Nos trae su agua milagrosa. Nosotros lo llenamos
/de pesebres,
de cometas y veleros que navegan hacia el sol.
Diciembre es un árbol de hojas pequeñas,
es un dulce y un pan pero también es la soledad
del que aguarda junto al frío
con un largo vaho de alcohol en su corazón.
Diciembre es el aroma de la pólvora en la niebla,
es una vitrola con una vieja canción.
“Ya se va diciembre, ya es año nuevo”.
Diciembre es una multitud: la anciana reza
/el niño llora…
Unos jóvenes bailan, alguien canta mientras otro
Apura un vaso de licor. Diciembre es el hondo abrazo
del que vuelve de un lugar remoto manchado de nostalgia
/y soledad,
es la medianoche anunciada con un sonido de campanas
/atenuadas
por el estallido de la pólvora en un cielo de color.
En esa multitud hay gritos, promesas
/palabras exultantes…
Con esa multitud compartes la esperanza.
En esa multitud cambiante está tu rostro, está tu voz.
“Y sientes que se acaba todo, que se va la vida,
/que se van los años,
que se va diciembre”. La vitrola no para de sonar.
Ayer un hombre enterró a su hijo muerto. Hoy a solas
/lo ven llorar.
El viento de la noche arrecia.
La garuba cae sin cesar.








Fábula


Llega la tarde y duerme un poco su luz entre las hojas
/del patio.
En ella están el canto, la fábula y la memoria primera
/del ave,
la condición terrestre del hombre y el claro olor de un sol
aún verde en los naranjos, los caminos abriéndose paso
entre las zarzas del tiempo, la negra piedra de oscura lava,
el río, la montaña. El principio y el fin, las aguas
/que pulen
insomnes el duro mineral de su origen.








Nocturno


Viejo candil, a esta hora,
en tu llama,
reposa la noche.









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