domingo, 24 de julio de 2011

4256.- FRANCISCO CERVANTES


Francisco Cervantes
(México, 1938-2005)
Periodista y escritor mexicano. Nacido en Querétaro, estudió Derecho en la universidad de esa ciudad, donde editó la revista Ágora. Trabajó como periodista y publicista. En 1977 vivió en Portugal becado por la Fundación Guggenheim. En 1982 ganó el Premio Xavier Villaurrutia y en 1986 recibió la Orden Rio Branco de Brasil y el Premio Heriberto Frías de Querétaro. Tradujo a Fernando Pessoa y a otros poetas portugueses y brasileños. Del poeta español Gonzalo de Berceo y la poesía medieval portuguesa le viene un aliento y un ritmo al que se añaden agrias lamentaciones contemporáneas. Sus obras principales son: La materia del tributo (1968), Los varones señalados (1972), Cantado para nadie (1982), Heridas que se alternan (1985, una recopilación de sus libros anteriores), Los huesos peregrinos (1986), El canto del abismo (1987), El libro de Nicole (1992) y Regimiento de nieblas (1994).





Cantando para nadie

La cólera, el silencio,
Su alta arboladura
Te dieron este invierno.
Más óyete en tu lengua:
Acaso el castellano,
No es seguro.
Canciones de otros siglos si canciones,
Dolores los que tienen todos, aun aquellos
-Los más- mejores que tú mismo.
Y es bueno todo: el vino, la comida,
En la calle los insultos
Y en la noche tales sueños.
¿A dónde regresar si solo evocas?
¿Amor? Digamos que entendiste y aun digamos
Que tal cariño te fue dado.
Pero ni entonces ni aun menos ahora
Te importó la comprensión que nos buscaste
Y es claro que no tienes,
Bien es verdad que no sólo a ti te falta.
La ira, el improperio,
Los bajos sentimientos
Te dieron este canto.





Materia De Distintos Lais

A la sombra más pegada del muro
Apenas se le nota;
No sin insistencia se remueven
Los tonos y las líneas cercadoras.
Así la suerte del correo insensato.
Entre amantes, amigos o enemigos
Su propia vida pasa prontamente:
No otra ya tendrá.
¿Recibiste y llevaste las frecuentes
Oleadas de tu dicha o tu desracia?
¿o sólo eres
Aquel que observa y que registra
la vida de los otros?
Torpe y secreto mejor que fascinante,
Dueño de tu latín más que del de otros,
Hablando tus ficciones, tus dolencias,
Tus vicios, tu existencia,
Aunque relates
Materia de distintos lais.






DE PRONTO

Un árbol delgado
Sale detrás de otro árbol.
Y luego otro.
Y otro,
Hasta que se organiza el bosque.






UN LABERINTO de papeles.
Algunos hoscos garabatos,
Y el sueño en que me pierdo a ratos
Son, acaso, los retratos
Que de mí hubiera, los más fieles.

Pienso mientras estos signos trazo,
En si quedará de mí memoria alguna.
Y mientras varias obsesiones, una a una,
Me definen, un recuerdo me importuna.
Es todo lo que dejo acaso.




ANTES DEL ACTO

una noche en la oscuridad horadada por mis ojos
bajando al sueño al que no había descendido
al sueño que no había nacido en las orillas de mi lecho
de noche oigo esos pasos que son míos
los oigo cómo pulen baldosas y pasillos
mientras metálicas puertas exclaman detrás de ellos
pasos que se oyen cada vez más lejos
en tanto que candados y cadenas dicen su herrumbroso nombre
al chocar con llaves nombres que
acompañan a los gritos monótonos de los carceleros armados
con ambiciones de usurero
uno tras otro siempre en filas ordenadas
de pronto mientras esperaba oír el paso de la procesión
he sentido que el silencio irrumpe brutalmente
y es que he llegado a la celda que buscaba
donde duerme su sueño de cadáver
su olvido de mariposa su sueño de alfiler
el juglar mi antepasado y descendiente
que viene entre mis glóbulos entre los glóbulos
de diez de cien generaciones
brotando sobre la tierra erizada de piedras
buscando nuevos recipientes
he llegado a la celda donde
duerme el juglar al pie del real preso
quien cada vez que se despierta
hace cantar al juglar hazañas guerreras
como aquella donde los caballeros todos
quedaron dispersos por el campo de batalla
callados en su gloriosa muerte
envueltos en su halo metálico
aquellas gloriosas victorias
en que el pecho del ahora real preso rojo por enemiga sangre
latía como su espada
al separar cuerpos y cabezas
y he aquí los cantos sus gloriosas relaciones.

De Los varones señalados, Heridas que se alternan, 1985





CASTELO DE SAO JORGE

Miras hacia lo alto y las almenas detienen tus sueños.
Allí recuerdas lo que el miedo significa
Y lo que esperabas del mañana concreto.
Iba una amiga suya contigo, recordándotela a ella.
La pobre amiga. Su piel tan pálida
Plegada por los años y su ánima en cenizas.
Acaso junto a tu fantasmal presencia
La belleza marchita de ella algo significara.
"Extranjeros", gritaste, "todos ustedes extranjeros",
"Ella es mora y éste su castillo,
Jamás el de San Jorge."
Recordaste cómo tu duelo nada fue después que viste sus ojos
Y cómo tu dolor serpeó como un arroyo
Cuando tu piel tocó esa piel mirada por el sol con tanta gracia.
El nombre de tu amada nombraste ciegamente
Y el polvo de los siglos fue una piedra en tu garganta.
Pero tu amada regresaría mañana.
La comparaste con tu saudosa compañera
Y la agonía tuya fue más honda que la luz del otoño lisboeta.


Hoy, a una postal del Castillo de San Jorge,
Muerde su corazón como a su pan el prisionero
Que entiende probar el alimento generoso, pero último.
Ya no gritarás más "Extranjeros"
Ni ella será tuya.

De Cantado para nadie, Heridas que se alternan, 1985







VUELTA AL SALITRE

Han llegado a las últimas tardes
Como a una ventana
Sin ti, que tampoco llevan tu nombre.
Y las lluvias pasan, porque deben pasar,
No porque ocupen tu ausencia
O el acto mío al invocarte.
Cómo se destroza el aire de buscar tus contomos;
En un madero flota la memoria apenas sollozante.
Ya no hay llamaradas de ríos según tu cabellera,
Abundan los cables sin mensaje,
Florece el ansia en el polvo del duelo
Pero no tiene huellas ni hay tallos que le basten.
Allí había sido el homenaje,
La torre estaba y los torneos
Donde llevé por enseña tu tristeza dulce.
Oh, capitana, emboscado en la estela nacida en tu nombre
Miré las parejas salir a ayuntarse.
Nada más supe.

De Heridas que se alternan, Heridas que se alternan, 1985





Nuestra espesa encarnación
(O Aleijadinho)

I
Dedos distantes entre sí nos sacaron de las brumas
Y no brotó la voz, brotó la forma
Que así pudimos observar, no en ese entonces,
Sino en contadas ocasiones.
Objeto de leyendas en los aires
Y la porosa fe,
Que aceita apariciones, cinceladas
A todas luces en nocturnos moradores.
¿Podremos concretarlos
Con esqueletos, escaleras a tramos,
Sólo a tramos,
Envolturas de una brisa escasamente interrumpida?
Señor de la ira que nos labras
Con aliento de brandy y ajo.
¿Nos diste nacimiento?
Caen las vestes
Y la materia, nuestra espesa encarnación,
Definida en una sola pieza
O cada pieza,
Más de repliegues que de pliegues.



II
un trueno imprime concisas espirales:
Concreta en tus figuras lo que vamos a invocar
Y podemos
Sólo porque quisiste o te fue imposible no quererlo.
Los harapos y unos dedos
Movidos por un viento;
No cesaron los golpes que acudían de tus venas
Y hermosas pesadillas,
De esa forma atropellaron las plegarias
Para que fluyeran, más suaves, pasionales,
Y levantaran el tablado de nuestras tribulaciones
Y enemistades
A quienes acusar
Para que castigaran celestes tribunales.
Señor, más que señor,
Mayordomo de nuestras ansiedades,
Te agradecemos, padre, que les hayas otorgado
El gesto que hemos visto
En el alma, acaso nuestra alma.

De Regimiento de nieblas, 1994





Orígenes abajo

Había también los gestos en la madera y en los muros. Las manchas en el aire. ¿Quiénes eran, de dónde venían? Rostros de tiempos por venir. Sangres del pasado, medievales. Sentimientos que acudían con la lluvia.
El taconeo del agua en las tejas de un techo campesino. La húmeda invasión de árboles y plantas, más compactas durante la noche.
Y las piedras a la mitad de la calle, que soñaban alcanzar alguna de las aceras para poder incendiarse. Rostros, agua, fuego. Espejos de todos los orígenes.

De Regimiento de nieblas, 1994







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