domingo, 6 de marzo de 2011

LAURA SOLÓRZANO [3.274]


LAURA SOLÓRZANO

Laura Solórzano (Guadalajara, México, 1961). Estudió la carrera de Psicología en la Universidad de Guadalajara y después Artes Visuales en la UNAM. Ha escrito los libros de poesía Evolución (Universidad de Guadalajara, 1976), Semilla de ficus (Ediciones Rimbaud, Tlaxcala, 1999), Lobo de labio (El Cálamo, Guadalajara, Jalisco, 2003), Boca perdida (Editorial bonobos, Toluca, 2005),  Un rosal para el Sr K (Universidad de Guanajuato, 2006), la antología personal El espejo en la jaula (Secretaría de Cultura, Guadalajara, Jalisco, 2006), Lip Wolf , traducción al inglés de Lobo de labio (Action Books, Notre Dame, Indiana, Estados Unidos, 2007), Nervio Náufrago (La Zonámbula, 2011), la antología personal Excursión al bosque de polvo (Ruido Blanco, Ecuador, 2013) y Oración Vegetal (Mano Santa, 2015). Ha formado parte de las siguientes antologías: Sin puertas visibles (ediciones sin nombre, y Universidad de Pittsburgh, 2003),  Eco de voces (Arlequín, FONCA/SIGMA, 2004), Poesía viva de Jalisco (editorial CONACULTA/Universidad de Guadalajara, 2004) y Pulir huesos (Editorial Galaxia de Gutemberg, Barcelona, 2008). Ha dado talleres de poesía, clases de narrativa y escritura creativa.



Poema y deseo:

Te quería en la cúpula del cráneo actual, del ahora de barro.
Quería tus certeras canas y tu silueta
Por encima de mis dudas en el estruendo vertiginoso del eterno tic tac.
Tenerte entre pinos, es decir de espaldas al techo quebrado de mi decepción.
Días de ver tu herida constituida, tu herida efímera, en prodigioso dúo.
Quería decir algo sin orificios, algo que impregnara un significado como mácula vieja.
Todo esto es tuyo, dije, tuyo en el bimbalete del mundo inalcanzable.
Quise rastrear tu origen entre mis puños de caza y comprender la disolución del vértigo, en el frágil vehículo de una cena.



Nocturno:

Innumerables noches pasaron por mí. Con tenaz ímpetu atravesaban la terraza desde la cual yo sentía el terciopelo de su ferocidad. Acampé en el lado opuesto de las medias verdades. Extendí mi coraza inconclusa y me tendía debajo del sol, de los ríos que el sol gastaba en poseer mi cuerpo. “Ábrete muerte a este rayo” me dije “haz de mi sitio un tragaluz”.
Con todo el ojo contemplé la ceguera del valle. La realidad de un claroscuro, siempre cambiante. Palabras de ambivalencia externaron mi fragilidad. Comenzó, sin poder precisar cómo, la búsqueda de la sombra. Empezó a bullir en mi alma un deseo oscuro.
Deseo que sólo brilla en la noche, resguardado y magnificado, por el veloz racimo de las estrellas.




LOBO DE LABIO. 



a Federico

Con las imágenes de mi morada
construyo mi lengua
y la paso por cada palabra
hasta disimularla en ellas....

(Ana Becciu)

Si no fuese por la flor exterior, que nos mira,
donde volcamos las piedras de nuestras entretelas,
lo oscuro sería un zumbido,
quizás más suave pero inapresable.

(Lezama Lima)

1

Decirte cosa, cal, cisterna de cisne subido al despojo
que fragua el césped en tu fobia, frontal e indiferente,
inhóspita y subdividida en cierta acidez, te tengo
anestesiado, sonámbulo de casa de sequedad de severa
insuficiencia, sucia e inyectada.
Tu desliz hacia la forma. Decirte cosa hermosa en la cubierta.
Decirte a ti, tubérculo que trizas el arroz cocido
en el rábano de la salsa insegura, tensas,
tuerces, entierras cal de cisterna de cosa
que se rasca lívida y ligera.


2

Decirte materia. Ubicar tu segundo en el aire
que pisa el páramo de tu racimo.
Múltiplos y brotes te baten ciertamente encinta.
Tu pulpa y tu piñata de pelambre pausado.
Cosa de cielo cúbico. Masa, te digo en sopa salada
y sembrada de sorbos. Los arbustos tiemblan.
Silueta verídica que abarcas la carne,
al decirte boca perdida.
Boca de vaca abierta.


3

Materia, mordida de hoy sobre la causa tácita.
La masa levanta la deuda y la causa duda física
en el humo, alimentada en la música, masco.
Mastico el cuerpo en el océano de la fábula,
mastico el músculo, miro el monstruo que modera
la esquina. Motivo por el cual muerdo, hoy, amortizo
y muerdo la atadura del origen y la floración de partitura
que viene siendo la firma festiva al inmortalizar.
Muelo en la mesa. Mido.


4

La cosa, intuye la colmena
que habita alrededor del pie en la nube que elevas.
En la posibilidad incorporas cierta tensión
en que te viertes (veraz vaho de tu desierto cabe en mí).
Subo, sorbo, salvo un ejército de niños en la cena,
con una sensación de fosa en casa, secuencias:
el verdadero cielo espía. Te pido raíz en la nube
de un pie, cosa cabal cavando el estallido para ti,
en un cauce de colmena.


5

Al disolver tu condición de caza, el columpio te acerca
y en la cacería de aquello que te salva, está irte.
Fabricarte un torso significativo
y fornicar hasta quebrar la olla, te toca como casa, cosa.
Quebrada al revés como caverna, este pasto.
Tu ribera de vientos helados y la fogata en los zapatos
transan de noche (al someter al sueño).
Tu tibieza de curva un día se junta en plena disolución.
Quema la cuadra, te cosificas a punto de podar.
Te salvas.


6

Tenerte como si fueras materia,
o rama de materia que escupió el nido.
Nodal, siempre a nado en lo mínimo,
nubosidad de tenaza cuando tendido de tez volcánica
y en la caricia del toldo, tu temor
ha obsequiado su rareza de tránsito.
Comerte, ha sido una sombra en mi penacho,
en mi espátula de querer entrar,
en mi pico de nudos al acecho, tu nuez,
tu conjunto de nuez material o inmerecida,
no ha tenido la nave, el torrente, la travesía
de un tentar pleno, en este pulso de nervios
de negativa que te muerde
desde la médula de mi dedal.


7

Decirte tormenta que ingiere su laguna, libélula
que repasa el pistilo de su enfermedad, decirte de cabeza
y de cutícula, decirte sólo a ti en agua caída,
en relámpagos. Abrir mi pecho para hablar con lanchas
invencibles a tu oreja. Ese pecho, esa barca que se cierra
sobre el lago de la luna, no he sido yo.
Los cables de la noche superan el estrépito que repartes,
te partes donde la lluvia abre la fuente y fundamental,
cae para expresarte un rayo imposible.


8

Decirte cosa otra vez.
Tiempo para sentir y soltarte
para que lo digas tú. Otra vez la espina se pudre intacta
en la penumbra, en un dedo.
Dedo en el dedal dubitativo y deseoso, da la vuelta:
dame el pan para dorar la misa. Muerde,
si quieres que tu frente retoñe , lo que falta es lejos,
es letal, dardo que devora su desliz intermitente y delira
mientras nace, eres tú.


9

Rajada en el cubo como cicatriz de córnea a la deriva,
iba yo una vez encinta (global en el uso y glútea)
enmarañada de sesos de máscara.
Ese día, di el dado al portador del tiempo y duré más,
cavé mi hoyo a gatas y descendí a la cosa roja
que se muerde en el acto de sacar la gruta por el oído
y duré, duré toneladas de días para llegar a ver mi dádiva.
Deuda durmiente de pestaña, mi maraña humana
comía sesos, y le digo a la cosa hoy, que esta es su casa,
esto cúbico, esta córnea rajada como de cueva oscura.


10

Colgar tu risa de ramo en la nubosidad
de ojo inadvertido, de corazón colgante tu cobijo
de jaulas, este remo es río que llamo a raudales de nado,
desprotegida en corazón que roba la hora para hablar,
con ceja, con jardín de juguete, en riel rozas el puente,
como si al completar, como si al callar con carátulas
de mesa misteriosa, madres al arribo y en tu pelo,
o madres de peluche que purifican tu participación,
este influjo y esta jaula, esta jamás vista cuenca
de pupila pendiente, fuera un encuentro entre tú y yo.





Nervio náufrago de Laura Solórzano


(adiós)

Fuimos a ponerla dentro de una caja y la dejamos allá (en el jamás del jardín) y cerramos el cerrojo de metal y dejamos allí su cuerpo y a ella que era ese cuerpo, porque ya no respiraba mi padre le puso flores en el vestido blanco y él (que no tenía otros ojos más que esos) le tocó la mano y la detuvo allí un momento más, mirando el modo en que sus cabellos ya no temblaban, mirando los rincones de su boca inmóvil y cuando mi padre cerró la caja (nuestro follaje agitado alrededor de él) supimos lo que es un final y cuando ese final se cierra y cuando el adiós triunfa sobre todo lo demas, comprendimos (como si entonces pudiéramos comprenderlo) que nunca volveríamos a verla.



(disecciones del puente)

Doy la vuelta, para no dejar ir tu voz al vacío
de los volúmenes olvidados. Abro la bruma, te interno
en la bruma, te doy con la bruma en la lengua
para que tu cabeza cante.

Expongo viejas grosellas de tumulto,
que puedo escuchar bajo el manto frutal del rojo
y sobre el mundo hiperparlante abro la rampa de mi oreja
hipnotizada por las montañas de tu pupila verbal.

Dejarte decir de largo tu aglutinamiento
y poner un ojo que acecha en tus desparramadas películas.

Tu película me deja fría, tu película hierve
en mi ansiedad de oído atento. (Los espacios mudos
son también los gritos gráficos que nos acompañan.)

Cada músculo del vendaval se nutre de mi espera
de párpado extasiado. Cada letra de tu agarrar es voz
subiendo su escalen predilecta. Cada cicatriz de ti
en mi orificio auditivo es una flor de suspenso.

Te escucho porque albergo mil pedazos
que palpan un cerebro interior. Cerebro de hielo
que se funde bajo un cristal conjugado.

Es inútil cerrar el receptor.
Mi receptor es vida que mueve su retícula
para alcanzar su parte de ingreso. Dejar que ingrese
el rojo labor de tu tránsito y abrazada a la paráfrasis vital,
sentirte acceder.


*

Llenarte de culebras cansadas, ha sido mi cuerpo.
Llevar el lodo alado, besar de lodazal en la abierta
química. Esta mordaza lúdica no son mis manos,
son, instante ingenuo de tu calca, las desvanecidas
para llenarte de calvas en la selva, llenarte
como lluvia llorosa en tu pulgar de llave maestra.
Entre la hierba puedo cambiar, yacer, mientras te inundo
de llamadas extrañas de extraer la llanura
sobre el horizonte de tu deseo, sobre la gravidez del golpe
y sobre cuerpos, nuestros y cosificados.
Hay que llenarte como a la olla en la llama,
ponerte de fondo físico mi lunar tan otro.
Este lugar no es mi cuerpo, este cuerpo no es mi labio.
Te lleno para extraviar el huracán.


*

Llenar, ahogar, sembrar, conectar, improvisar en tu luz.
Luz de cuna de lobo de labio. Cambiar, para ti,
la quemadura del cántaro. Y al corresponder
a tu cúspide de ahogo, labio tímido, te mido
al llenar, otra vez llenar tu vacío de río de narciso feliz
en la flauta que no cesa. Musicalizar, incorporar tu nevado
al lomo de la muela. Aquí la muela flota, la curva canta,
la cortina celebra su disfraz y tú te juntas.
Colgar, amar, zafar, aventar aquella voz de mamas mansas
en que ríes río, ruedas en la pena púdica de tu texto,


*

¿cuál es el rostro que roza mi rueda?
¿cuál es la rima que rodea la razón, quién roba?
¿a quién robarle el remo?
¿con cuál amor rascas inútil en riscos de rapiña?
¿con quién restas, cuál reino y qué ritual?
¿cuál es el respiro que rasga el ropero al retrasar
la reuma? ¿ríes?
¿rieles en tu risa de ramillete erizado?
¿el ramaje lo recuerda? ¿como el recital?
¿si tu rostro dejan el rastro, si tu erupción
argumentara el rotavirus, si el rímmel rajara?
¿en qué rincón, con qué resorte?


*

¿abierta te alzas?
¿aérea, como aro de ave te alzas en árboles de asombro?
¿te ampara el adverbio? ¿te abraza el páramo del artículo?
¿te aleja el hiperactivo verbal del hecho?
¿no tienes hechura? ¿no hay hinchazón en el aura?
¿eres alma y músculo y molécula?
¿el núcleo en la erosión del arco?
¿se aleja, te afrenta, te alaba el ardor?
¿te alzas en el ártico del amor, como arcángel domado?
¿te drogas? ¿te doblega el dominio del descuido,
te duplicas, en la disolución del ámbar?
¿del ámbar hambriento?


Aquí un texto por Jorge Orendáin:

De los libros que Laura ha publicado, destaco cuatro palabras que considero claves: corazón, azar, intuición e inteligencia. Sus libros nacen de un corazón inteligente, lleno de azar y cargado de una intuición finamente dirigida. Como dice el poeta Ricardo Castillo, es una “poesía agobiada por la duda y las preguntas, donde la racionalidad hace permanentemente su parte”.
Entre los deleites que encuentro en sus libros, están las mismas palabras, el ritmo, en todo lo que nos sugieren sus símbolos y en todas las preguntas que nos formulan. Si queremos entender el sentido exacto de los poemas, estaremos perdidos. La respuesta está en el ir y venir constante entre los textos y nosotros mismos, en buscar esa rosa roja que se encuentra floreciendo entre los versos.

El poeta y crítico Eduardo Milán, dice que los poemas de Laura son de “escritura enmascarada”. Yo continuaría diciendo que sus versos también buscan quitarnos la máscara para que miremos las palabras en su dimensión primigenia y nos atrevamos a descifrarlas. Cada poema de Laura en sí mismo construye su máscara: mientras más lo miremos, descubriremos su verdadero rostro. No nos extrañe encontrarnos a nosotros mismos, pero con un rostro diferente.

El mismo Eduardo Milán comenta que “un rasgo sobresaliente en la poesía de Laura Solórzano es su buscada atematicidad. O mejor: la buscada arbitrariedad de sus temas. O también, su no exclusividad”. Efectivamente, tengo la impresión de que el tema no es siempre lo más importante en su escritura, sino la forma en que se construye cada texto, ya sea en poema en prosa o en verso.

En prácticamente todos los poemarios de Laura, encontraremos poemas íntegramente compuestos de preguntas, aliteraciones y paradojas, recursos que a Solórzano le gusta mucho utilizar. Respecto al asunto de las preguntas, Roberto Juarroz dice que


“un diálogo sobre la poesía debería estar hecho de preguntas y presencias, no de preguntas y respuestas. La poesía —continúa— es pregunta y llamado. Tal vez sería preciso inventar un diálogo de preguntas; o por lo menos un diálogo de llamados y presencias.”


En varios momentos, Laura nos invita a dialogar con preguntas, pero no con la intención de encontrar respuestas, sino de volvernos pregunta nosotros mismos.

La escritura de Laura Solórzano no es fácil emparentarla con otros poetas. Sin embargo —de acuerdo con sus epígrafes y nombres que cita— aparecen escritores como Roberto Juarroz, Paul Celan, Kafka, Sara Kirsch y Oscar Wilde. Y probablemente también escritoras como Marosa de Giorgio y María Baranda. No dudo que ellos le hayan marcado mucho su manera de ver la poesía.

Al leer sus libros, podríamos decir que su poesía es de alguna manera hermética, enmascarada y simbolista. Esto es, sus versos piden de un lector libre de prejuicios que no quiera entender al poema de manera llana, sino de entenderse a sí mismo y dejarse influenciar por cada palabra, cada símbolo, cada tono y cada silencio. Señala Roberto Juarroz que

“La poesía no explica nada, no es respuesta a nada, no enseña nada; lo que hace es venir y crear, aquí, una presencia, una realidad que enriquece la realidad.”

En un verso del libro Semilla de ficus, Laura escribe: “Hacia los signos llego extendida, jubilosa”. Este verso me parece muy representativo de lo que ha sido para mí gran parte de su obra. En sus libros, llega extendida, jubilosa y cargada de signos para que los descifremos, no para entender lo que habita en el poema, sino para entender lo que nos habita desde la palabra.

Por último, quiero decir que Laura es la mujer que quiere “ser el ala de una idea que busca el ave de su propia ventana”. Ella entra a lo más hondo de sí, para ofrecernos todas las palabras e imágenes que encuentra en su camino. Extrae lo que no existe, traslada su visión del mundo en versos contundentes que son dueños de una extraña transparencia. Sabe que “en el fondo de la lengua está la verdad que por sí misma no saldría si no fuera por el martillar de nuestros corazones”, y que “No hay voz que no se derrame sin doblar su decir”.

Nervio náufrago es una perfecta muestra de todo lo anterior.




Un rosal para el Sr K (Universidad de Guanajuato, 2006)


fisura sin fe

Como si hablar fuera extraer la verdad de la vena inhóspita, ¿o no? ¿Es esto un habla fuera de foco? No hay voz que no se derrame sin doblar su decir. Hablo y trabajo cuando hablo. Pudiera ser que mi conteo de gota y gratificación se lleve el día hasta el final y entonces se abra.

Mi hablar abre una frontera que fracasa, abre un filo de frotar su colocación y entonces llega. Llego a decir con voz viviente de vocal y es una locura, llego a ti como un temblor de verdad y es una violencia interior. Esto es. ¿Esto es? Esta cita con mi cráneo es un voltaje inmaterial que viene en la lengua, que viene en la noche como el hambre que dice y redice su dicción para surgir llena y completa. Llena de ilógica hacia la versificación exterior como si al respirar su propio sitio, fuera al fin ella misma.



virtual

Visores de vértigo, vístanme todos de luz, viértanse despavoridos predios en el aquí vulgar, beban del sitio, vengan batallas, vengan votantes, vamos Nadie, Novel, Nudo, Noctámbulo del vigor secreto, vístanme de velar en cada esquema de fuego, vístanme de nublar cada oleada de sol, vistan mi sudor, vuelquen mi caudal, sean vino de ángel vano, sean vulva de agua sucia, vitrinas de ilegible vencedor, sean eso y esto trémulo, esto improbable, este tendido de vacantes praderas en el encierro de visión perdida o invidente volcán.



(preguntas)

¿Entonces, en el fondo de la lengua está la verdad que por si misma no saldría si no fuera por el martillar de nuestros corazones?... ¿Hay que hacer que la lengua diga en su revés o en su trastorno, la razón de lo que la ha trastornado?... ¿Es así que puede hablar y conocer lo que no diría, si no fuera porque un cauce empuñando sus letras retuerce la lógica para exprimir lo que la lógica oculta?





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