miércoles, 1 de septiembre de 2010

788.- SEAN O'BRIEN



Sean O' Brien. Poeta inglés. Nació en Londres, en 1952, y creció en Hull. Durante varios años trabajó como maestro de escuela. Ha realizado Estancias Creativas en diversas universidades del Reino Unido, así como en Dinamarca y Japón. Actualmente enseña creación literaria en la Sheffield Hallam University. Ha publicado cinco colecciones de poesía: The IndoorPark (1983), The Frighteners (1987), HMS Glasshouse (1991), Ghost Train (1995) y Penguin Modern Poets 5 (1995); Songsfrom the DrownedBook ( 2001). Es el editor fundador de la revista The Printer's Devil . Ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos el Gregory Award, el Somerset Maugham Award y el Forward Prize. Y en 2008 obtuvo el premio TS Eliot de poesía en Inglaterra por el poemario The Drowned Book. Sus trabajos anteriores incluyen Cousin Coat, una recopilación de poemas publicada en el 2002; una versión de Los Pájaros de Aristófanes del mismo año y una versión del Infierno de Dante, del 2006, muy aclamada por la crítica.



KATYUSHA, KATYUSHA
(UNA ROSA PARA LA FRANJA DE GAZA)



Katyusha, Katyusha,
Flecha de fuego,
La Llegada del Reino, ¿es
Condenación o salvación?
¿Ahogado en un túnel

Con morfina y pan
O entre los restos carbonizados
de un olivar?

Katyusha, Katyusha,
Lanza del deseo,

Hay verdes pastos,
Una rosa valiente del desierto,
¿O debe ser la cárcel
Con pilares de fuego?

Katyusha, Katyusha,
¿Una tumba o una rosa?
Katyusha, Katyusha,

Sólo Dios sabe

(Traducción Sebastian Pineda)




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BILLETE DE AMOR

La otra vida, la que se narra con propiedad
que atisbas a través de vagones fugaces
está ahí, en la plataforma opuesta.
Una chica con una mochila al hombro,
leyendo el periódico.
Cuadro a cuadro la ves,
no exactamente su cara o su ropa,
sino la manera en que está ensimismada,
como si nunca hubiera tenido otra opción,
poniendo, supones, el dedo del pie en el talón
y meciéndose, como si estuviera sola.
Callen, piensas, ante el bruto del altavoz,
el grupo escolar, los gringos afanosos.
Silencio, piensas, ante el reloj
que baraja sus cartas
como un tahúr desempleado.
En ambos extremos las vías se pierden
por zanjas, ciudades, matorrales,
pasando estanques quietos
y ladrilleras, bosques de abedules,
anocheceres
cuando las caras de los extraños
se miran a sí mismas,
hacia océanos, desiertos, casquetes glaciares,
toda esa vida que tú no reclamarías ahora,
pero que vives mientras ella está ahí,
en Doncaster y Newcastle y York,
y todas las románticas estaciones de paso,
allí, al lado del puente peatonal,
pelirroja, castaña o rubia ceniza,
en terciopelo, en chamarra de motociclista
o en un overol de pintor,
despreocupada, nunca tarde,
en todas las plataformas
por toda una vida, practicando su libertad
sin un nombre, una cara, un destino.

(de Ghost Trains)

(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)








LA DESPEDIDA DE BRIGHTON

Este es el sitio en que imaginamos vivir,
donde la tierra se detiene lenta,
entre calles en que está implícito el mar
en los muros blancos
y las atentas ventanas altas
abiertas por si hay señales de alta mar.
El aire brilla como el puerto a mediodía
bajo un calor que haría tahúres de los policías
y en donde fuimos nativos del verano,
como si hubiéramos sabido que llegaría.
Ahora todo el mundo parece estar partiendo:
la sala del bar se vaciará esta noche
y tendrá los candados puestos por la mañana,
cápsula de carteles y mesas pegajosas,
su música absorbida ya en el humo.
La chica que en la tienda compra fruta
tiene la mente puesta en un itinerario,
su piel morena valiosa por el viaje.
Los viejos se han preparado
durante toda una vida,
y ahora, sentados en sus pórticos
y esperando que les digan o los recojan
gastan las horas leyendo panfletos
cuyos Gilbert and Sullivans y galgódromos
y ofertas de quince libras son indicios
de una cultura que nunca han tenido
tiempo ni ganas de aprender.
De pronto es tarde. El día bosteza
y continúa. Un cobertizo de sombra
en un hundido patio trasero es del color
de la tinta china en el momento
en que el transbordador
salta fuera de la bahía,
cuando el mar no necesita ser local
y te muestra el color que guarda para sí,
y que tú miras con terror y amor.

(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)




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